Tajo
El río que une dos países
La Reserva de la Biosfera Tajo Internacional es todo un ejemplo de patrimonio natural y cultural conectado al agua. A lo largo de la historia, los ríos han determinado territorios, delimitado fronteras, dibujado paisajes y han visto florecer a las culturas que se han servido de sus aguas como fuente de vida.
El Tajo es el río más largo de la Península Ibérica. Sus aguas surcan la parte central de la misma en dirección este-oeste, con una pequeña inclinación hacía el sur, que se manifiesta sobre todo cuando se acerca a Portugal y busca su desembocadura en el estuario de Lisboa.
El Tajo es, por tanto, ese ‘río que nos lleva’, como diría la novela de José Luis Sampedro. Y en este caso nos lleva a esa linde natural que conforma en este rincón de la península, entre España y Portugal. Una frontera de agua de 47 kilómetros.
Sever, Erjas y Salor, afluentes del gran río
El río Tajo dibuja a su paso por el noroeste de la provincia de Cáceres una penillanura preciosa. Llena de roquedos, inmensas dehesas, llanos, charcas y otros dos importantes ríos que le aportan caudal y vida. Sus afluentes, los ríos Erjas, Sever y Salor, vertebran, junto con el gran río Tajo, este territorio. La vida de la Reserva de la Biosfera Transfronteriza Tajo Internacional gira en torno a este río. En este territorio habita una naturaleza exuberante repleta de historia y donde el ser humano convive en armonía con la naturaleza desde hace miles de años.
A pesar de que siglos de historia han marcado el carácter fronterizo del territorio en la Reserva de la Biosfera Tajo Internacional, ahora las fronteras se diluyen gracias a que los espacios naturales no entienden de divisiones y se funden entre ruinas, paisajes agrestes y mucha agua dulce.
La parte española
Estamos en una tierra agreste, dominada por penillanuras y dehesas dominadas por el río Tajo. Una extensión de 25.088 hectáreas en la que viven especies típicas del bosque mediterráneo. Algunas de ellas en peligro de extinción, como la esquiva cigüeña negra, que encuentra en las riberas de las aguas del Tajo, un lugar idílico para anidar.
Aguas en las que podemos ver nutrias, cangrejos de río y multitud de peces. Y si miramos al cielo, veremos águilas imperiales blancas, al águila culebrera, mochuelos, o alimoches y buitres leonados y negros surcando los cielos a sus anchas en busca de carroña. Además, forman parte de esta biodiversidad mamíferos como ciervos, jabalís o conejos.
La Reserva de la Biosfera Tajo Internacional es vida y, prueba de ello, es su gran cantidad de flora, como el lirio amarillo y la serapia verde, un tipo de orquídea muy escasa y en peligro de extinción que aquí también encuentra las condiciones perfectas para desarrollarse. Además, el arce de Montpellier, la boca de dragón, la lengua de buey, el enebro, el jacinto de una hoja o los pálidos narcisos llenan de color la Reserva de la Biosfera.
La parte portuguesa
El Tajo deja su huella incluso en la toponimia de la zona. Estamos en el Alentejo que significa “más allá del Tajo”, y varios municipios de esta región pertenecen a la Reserva de la Biosfera Tajo Internacional, como son Gavião, Nisa, Castelo de Vide y Portalegre. Además, la región Beira Baixa incluye a Penamacor, Idanha-a-Nova, Castelo Branco y Vila Velha de Rodão.
Visitar la parte portuguesa de la Reserva de la Biosfera Tajo Internacional es teletransportarse a otro tiempo. Una zona llena de autenticidad gracias a su rico patrimonio artístico y etnográfico rodeado de paisajes memorables que, además, cuenta con restos megalíticos e innumerables vestigios de la cultura romana, la visigoda y la judía.